MENSAJE DE CUARESMA

Como la ilusión de ver el primer nazareno, como el gozo al descubrir el primer brote de azahar en un naranjo por la plaza de la Iglesia, así quisiéramos desde el Consejo Local de Hermandades que fuera para el cofrade loreño (también para el que no se considera tan cofrade, pero gusta de las cosas de su pueblo) la aparición de este boletín.
Y ser el muñidor que anuncia la llegada de la Semana Santa, el tiempo hermoso que Dios nos regaló para que conmemoráramos los hechos históricos en los que el Verbo, que tomó la carne humana en Jesús, se entrega por nuestra salvación muriendo en Jerusalén y resucitando al tercer día, venciendo a la muerte y abriéndonos el camino de la vida eterna.
Ciertamente, en Lora estamos acostumbrados a lo histórico. Me refiero a que todo lo que nos rodea está jalonado de historia y de tradición, y tanto, que me parece que no somos conscientes del legado sobre el que asentamos el caminar actual. ¡Cuántos quisieran poder enorgullecerse de lo que a nosotros nos parece insignificante! Desde los asentamientos ibéricos y la presencia romana hasta, cómo no, los siglos bajo jurisdicción de la Orden de San Juan, que configura definitivamente nuestra identidad. Y dentro de esa fecunda historia de Lora, nuestras hermandades y cofradías forman parte del gran legado al que me refería. Ahí está la secular historia de la Sacramental de la Asunción, de la Hermandad Mayor de Ntra. Sra. de Setefilla o la de N. P. Jesús Nazareno (qué pocos pueden presumir de haber celebrado 400 años de historia). Pero una historia viva, que es gozoso presente y prometedor futuro: la Hermandad del Santo Entierro (que supone el nexo entre el pasado y la nueva “edad de oro” de las cofradías), la del Stmo. Cristo del Amor y Perdón (también surgida en el contexto del renacer cofrade de la posguerra) y la pujante juventud de la Borriquita (siempre sinónimo de estreno, de renovación, de porvenir).
Pero, ¿sabéis?,  siendo esto tan importante, no es lo más importante de nuestras hermandades y cofradías. A mí me impresiona más que el Señor ha puesto en nuestras manos la responsabilidad de traer a los creyentes y menos creyentes la posibilidad de poder acercarse y conocer a Cristo, Señor del tiempo y de la historia. La oportunidad de poder darnos cuenta de que Dios sigue entregando a su Hijo para nuestra salvación. La Pasión, Muerte y Resurrección del Señor no es sólo historia, sino que es acontecimiento que reacontece, historia que vuelve a suceder, y no es una licencia poética. Por el don del Espíritu Santo, cada vez que la Iglesia celebra la Eucaristía, Cristo sigue derramando su sangre en el Calvario y resucitando del sepulcro vacío. Por lo tanto, lo que vemos en Semana Santa en Lora, cuando contemplamos a Jesús entrando en Jerusalén por la Huertecilla, llevando la Cruz desde el Llano, muerto en la Asunción o yacente por Santa Ana, aun siendo historia es más que historia. Es lo que sucede ahora, en el seno de la comunidad cristiana que recibe la presencia de Cristo Resucitado.
María, la Virgen Santísima, sigue llorando al pie de la cruz de Jesús. Y llora porque sigue siendo necesaria la Redención de Cristo por nuestros pecados. No nos atrevemos a decir que sí, como Ella, al Señor, y por eso el mundo sigue clamando por su salvación.
Así pues, mis queridos hermanos y hermanas, cuando este año contemplemos el hermoso discurrir de nuestras cofradías, además de poder sentirnos orgullosos de nuestra historia y tradición, además de admirar el esfuerzo que nuestras hermandades derrochan para dar gloria al Señor y a la Stma. Virgen María, miremos hacia arriba y, buscando los ojos de Cristo, demos gracias a nuestro buen Padre Dios que nos sigue amando y que por el Espíritu Santo nos sigue abriendo el camino de la salvación.
                                              
Marcelino Manzano Vilches, pbro.
Director Espiritual del Consejo