La
Cuaresma nos ofrece una vez más la oportunidad de reflexionar sobre el corazón
de la vida cristiana: la caridad. En efecto, este es un tiempo propicio para
que, con la ayuda de la Palabra de Dios y de los Sacramentos, renovemos nuestro
camino de fe, tanto personal como comunitario. Se trata de un itinerario
marcado por la oración y el compartir, por el silencio y el ayuno, en espera de
vivir la alegría pascual.
Para
las Hermandades de Lora, y para todos los grupos cristianos, la caridad no es
una cuestión tangencial o secundaria. Si el amor a Jesucristo y la Virgen
María, en los diferentes misterios y advocaciones, es lo que motiva que
pongamos nuestros bellos pasos en la calle, no es menos cierto que el amor al
prójimo vertebra la vida de la hermandad cada día del año. Y la estación de
penitencia es, entre otras cosas, una manifestación pública del amor a Dios y
al prójimo que ejercemos como cristianos.
Aunque
cada hermandad está formada por una lista, mayor o menor, de hermanos, o aunque
cuando la cofradía está en la calle los nazarenos cubren su rostro con el
antifaz, en la hermandad nadie es anónimo. Siguiendo la exhortación que nos
hace el Papa Benedicto XVI en su Mensaje para esta Cuaresma, nos fijamos en el hermano, lo que nos
conduce a sentirnos responsables de él, a ser sus “guardianes”. Por eso
llevamos el nombre de “hermandad”.
Así
pues, este año, cuando nos alegremos con el Señor entrando en Jerusalén por la
Huertecilla, cuando vayamos tras Jesús Nazareno que lleva su Cruz desde el
Llano, cuando nos estremezca estar junto al Cristo del Amor y Perdón
crucificado en el Barrio del Pozo o aguardemos esperanzados la Resurrección del
Señor Yacente por el Barrio Nuevo, y miremos a los nazarenos, que sepamos que
son hermanos que quieren cumplir con el mandato de Jesús: “Amaos unos a otros
como yo os he amado”.
Y
para cumplirlo fielmente, según lo determinan nuestras reglas, pedimos la
intercesión de la Santísima Virgen María, en sus advocaciones pasionistas, por
las que Lora también muestra su devoción a la Madre de Dios: Paz, Dolores,
Soledad y Angustias. Advocaciones que nos hablan de las siete espadas clavadas
en el corazón de María, pero que también nos hablan de la esperanza que Ella
nos trae.
A
todos vosotros, queridos, hermanos, os deseo una buena estación de penitencia y
os doy mi bendición.
Marcelino Manzano
Vilches, pbro.
+Vicario Episcopal Norte.